Piden reconocer cambio climático en asignación de asilo para migrantes
Por Uriel Saucedo
La madrugada del 27 de octubre de 2023, el sureste de Guerrero sufrió el impacto de Otis, un huracán categoría 5 que presentó vientos de hasta 270 kilómetros por hora y se catalogó como uno de los más fuertes que ha impactado en esa zona de México.
El saldo oficial de víctimas fue de 52 muertes y 30 personas desaparecidas. El dato incalculable es el número de personas que decidieron migrar después de haber perdido todo.
Dorian Cabrera Gallardo, un hombre de 43 años llegó a Coyuca de Benítez -una de las regiones más afectadas por Otis- tres días antes de que el huracán tocara tierra. Había salido de Lázaro Cárdenas, Michoacán, con esposa e hijos, huyendo del contexto de violencia e inseguridad que se vive en su lugar de origen. Buscaba un mejor lugar para vivir, sin embargo, el huracán lo obligó a trasladarse a Tijuana, Baja California, en busca de un asilo en Estados Unidos.
“Empezó a las 12:30 de la noche. Lo mero feo empezó como a la 1:30 de la mañana. Una cosa horrible, feísima. Se escuchaba ruido, los tronidos, los árboles cómo los va arrancando. Levantaba las láminas de los techos, los carros los hacía dar vueltas. El viento soplaba como si estuviera llorando. Duró tres horas que no podías ni salir porque te llevaba (sic)”, así recordó Dorian el paso de Otis.
En la casa donde vivía estaban, además de él, su suegra, cuñado, una sobrina, su esposa y sus dos hijos menores de edad. El cuñado de Dorian –quien al momento del huracán estaba enfermo de dengue-, fue una de las víctimas mortales de Otis, al ser alcanzado por una lámina que le generó una herida en brazo y estómago.
En el momento del impacto del huracán, Dorian y su familia intentaron resguardarse debajo de un lavadero de cemento.
“Había un lavadero y nos metimos como pudimos todos debajo, pusimos una madera encima y como pudimos con un lazo la sosteníamos para salvaguardar a los niños. Nos alzaba y caíamos una y otra vez, y mientras ocurría eso, las láminas en lugar de volar hacia arriba, daban vueltas dentro de la casa y luego salían expulsadas. Es ahí cuando una de las láminas lesiona a mi cuñado”, narró.
Al perder el huracán Otis su intensidad, alrededor de las 3:10 de la mañana, como pudieron intentaron reponerse en plena oscuridad, con las ropas mojadas y uno de los integrantes de la familia lesionado. Nadie durmió durante las siguientes horas, se subieron en un palo de un árbol de mango que quedó tendido en el piso; ahí sentaron a los niños y esperaron a que amaneciera.
“Se veían cosas horribles, refrigeradores, láminas, lanchas hundidas, carros, los árboles y casas todas dobladas, caídas. Ya cuando salí al centro, al siguiente día que amaneció, las gentes llorando a los lados, que se les había perdido un niño, hermanas, mamá, que no los hallaban (sic)”, detalló Dorian.
Explicó que por ese poblado cruza una carretera principal, que suele ser muy transitada por turistas que llegan de diferentes partes del mundo, la cual estaba intransitable, por lo que el acceso a la ayuda fue complicado.
El escenario era como una película, dijo, había cadáveres en el agua, personas desangradas, otras mutiladas, las cuales pedían ayuda, pero nadie les hacía caso porque todo mundo buscaba algún ser querido, ropa o alimentos.
Para que recibieran ayuda pasaron cerca de tres días, fue por ello que las personas comenzaron a saquear tiendas en búsqueda de comida, de igual manera, reconoció ver que hubo quienes comenzaron a sacar otro tipo de mercancía como motocicletas, televisiones y electrodomésticos.
“Yo pasé por eso, yo alcancé una mayonesa, estaba una de a litro, le quité los vidrios y en una bolsa como pude, medio limpia, metí la mayonesa; me encontré, para mi suerte, un pan Bimbo flotando y me lo llevé, para darle a mi niño, mi niña, mi señora… No había ropa que te regalaran, todo estaba mojado, gente llorando y uno con la impotencia de querer ayudar, pero uno estaba igual”, destacó Dorian.
Seis días después del huracán acudieron familiares de su esposa desde el municipio de Atoyac de Álvarez a constatar que estuvieran vivos. Como el paso para llegar a Coyuca de Benítez estaba cerrado dejaron las camionetas a una distancia de dos horas y llegaron caminando hasta donde estaban para llevarlos con ellos.
En Atoyac terminaron viviendo en casa de unos tíos de Dorian, una pareja de la tercera edad. Contó que la situación para muchas personas en Guerrero es difícil por la falta de trabajo. Durante los siguientes meses se mantuvieron de la venta de costales de coco. De cada costal obtenía 50 pesos, lo que permitió a su familia sobrevivir algunos días solo con 100 pesos.
Por ello, a inicios de 2024 decidió salir de Guerrero y desplazarse a Tijuana junto con su familia para solicitar asilo político en Estados Unidos. Desde hace cinco meses está en espera de obtener cita a través de la aplicación de CBP One. Actualmente Dorian y su familia viven en el albergue Espacio Migrante.
“A mí no me pasaba ni por la cabeza venir para acá –Tijuana-, yo estaba muy a gusto de dónde soy yo, yo pesco, yo buceo, le sé de todo, desgraciadamente si no me hubiera pasado eso, yo no me muevo. Yo soy de las personas que decía, para qué me voy a Estados Unidos si tengo un buen trabajo (sic)”, concluyó.
El caso de Dorian Cabrera es uno de lo tantos que existen en la frontera de México con Estados Unidos, donde las personas migrantes buscan una mejor vida despues de ser desplazados de su lugar de origen a causa del impacto climático que se vive en sus comunidades.
Activistas piden a COMAR tomar en cuenta cambio climático para dar refugio en México
Paulina Olvera Cañez, directora de Espacio Migrante, informó que están solicitando a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) que se tome en cuenta la crisis climática como un motivo para otorgar refugio o asilo a quienes así lo requieren.
“Una petición que tenemos es que COMAR se apegue a la declaración de Cartagena que ya reconoce el cambio climático como una causa para el refugio, pero la COMAR no lo considera, no lo implementa. Queremos que de ahí salgan directrices de cómo podemos dialogar con el gobierno sobre esto”, señaló la activista.
Compartió que todavía hay rezago en generar bases de datos sobre el número de personas que migran dentro de México, o desde otros países hacia este, por motivos de cambios climáticos.
En su experiencia, dijo, la migración por el tema climático cada vez es más evidente. Entre las experiencias que han tenido en el albergue que dirige está el caso de la comunidad haitiana cuando a finales de 2016 llegaron en grandes grupos, luego del terremoto que golpeó ese país en 2010 y del huracán Mattew en 2016.
Pero también hay casos de la comunidad mexicana que se ve obligada a salir de sus lugares de origen por sequías en Michoacán o Guerrero, así como por el huracán Otis.
“De manera anecdótica tenemos muchas personas de Centroamérica, incluso de México que se dedicaban al campo y se vieron afectados por el cambio climático. A veces se juntan varios factores, como el cobro piso por parte del crimen organizado, pero, también hubo una sequía en la comunidad, y ahora les han pedido que cambien su cultivo y entrar al crimen organizado… Ahora estamos aprendiendo cómo identificar esos casos y comenzar a documentarlos”, finalizó Olvera Cañez.
México sin política migratoria en materia de cambio climático
María Teresa Montalvo Romero y Ana Paola Román Hernández, en su artículo “Migración Ambiental: un asunto emergente en América Latina. Caso México”, hacen un comparativo sobre las acciones en política migratoria que han llevado a cabo otros países latinoamericanos como Bolivia, Argentina, Perú, Guatemala y Ecuador para reconocer la figura del migrante a causa de cuestiones climáticas.
En su estudio destacan que, aunque México es el primer país en Latinoamérica en crear una “Ley General de Cambio Climático” para dar certeza de garantizar el derecho a un medio ambiente sano y se transite a una economía sustentable y de bajas emisiones de carbono, así como reducir la vulnerabilidad de la población y los ecosistemas frente a los efectos provocados por el cambio climático, todavía no cuenta con políticas públicas para atender a la población en contexto de movilidad a causa del cambio climático.
“Es importante señalar que en lo que respecta a la normatividad migratoria, las principales instituciones mexicanas encargadas de su gestión son el Instituto Nacional de Migración (INM) y la Comisión Mexicana de Ayuda para los Refugiados (COMAR), sin embargo, hasta el día de hoy ninguna de las dos contempla la figura de migrante ambiental en sus leyes y reglamentos, lo cual evidencia que aún no está visibilizada la problemática en la agenda pública del Estado mexicano”, destaca el artículo académico.