Economía circular en la frontera: el valor ambiental del comercio de segunda mano

Economía circular en la frontera: el valor ambiental del comercio de segunda mano

La frontera entre California, Estados Unidos, y Baja California, México, se ha convertido en un laboratorio vivo de economía circular, donde la reutilización y reparación de bienes usados juega un papel esencial en la reducción de desechos y la extensión del ciclo de vida de productos que, en otras condiciones, terminarían en vertederos.

José Carmelo Zavala Álvarez, director del Centro de Innovación y Gestión Ambiental México A.C. (CIGAMX), destacó que este fenómeno, conocido comúnmente como comercio de segunda mano, debe dejar atrás el estigma social para ser reconocido como un verdadero servicio ambiental que aporta directamente a las metas nacionales en materia de sustentabilidad.

En entrevista, Zavala subrayó que en México se impulsan marcos jurídicos y programas que buscan consolidar parques industriales de economía circular en distintas regiones del país.

“Uno de los componentes más importantes de la economía circular es ampliar el ciclo de vida de los productos”, explicó Zavala. “Y en ese sentido, la frontera California-Baja California tiene una experiencia larguísima. Lo que antes llamábamos comercio de segunda mano, hoy tiene que verse con una óptica ambiental”.

El director de CIGAMX enfatizó que la reparación, remanufactura y venta de artículos usados generan beneficios ambientales incluso superiores al reciclaje, ya que evitan procesos industriales de alta demanda energética.

En Baja California, ejemplos abundan: desde las refacciones automotrices rescatadas en los yonkes de Tijuana, hasta electrodomésticos y aparatos electrónicos que recuperan empresas locales. “En los yonkes ya no se encuentran alternadores o generadores, porque todos se remanufacturan y vuelven al mercado”, explicó.

El caso de los televisores es ilustrativo: una gran cantidad de aparatos devueltos por consumidores en Estados Unidos llegan a la región fronteriza. “Dicen que el 70% de esos productos no tiene nada; están en buenas condiciones. Salen al mercado de segunda mano o, si están dañados, se aprovechan en partes”, detalló Zavala.

La dinámica es, en esencia, regional y transfronteriza. Una llanta usada que ya no cumple con las exigencias de seguridad en autopistas de California puede tener todavía utilidad en caminos de terracería en Baja California. Del mismo modo, una lavadora que requiere una pieza de dos dólares puede seguir funcionando entre tres y cinco años más.

Incluso los automóviles usados ejemplifican esta lógica: unidades que dejan de ser viables en flotillas intensivas encuentran nueva vida en manos de usuarios particulares que los emplean en menor escala.

“Un carro nuevo sale a la calle con un pasivo ambiental del 20 o 30% debido a su proceso de fabricación. Por eso, un vehículo de segunda mano en buenas condiciones mecánicas tiene un valor ambiental enorme”, afirmó Zavala.

El comercio de segunda mano en Baja California no solo es un fenómeno económico, sino un aliado estratégico para la sustentabilidad. En palabras de Zavala, los segunderos, reparadores y vendedores de mercancías usadas, particularmente organizados en la CANACO Tijuana, realizan un servicio ambiental que no se les ha reconocido.

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